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HABLEMOS DE ANSIEDAD Y ESTRÉS

  • Rocío Guillén
  • 17 jul 2019
  • 4 Min. de lectura

Desde hace tiempo he visto que ansiedad y estrés son temas muy buscados y hablados en redes sociales, que pretenden y buscan solucionarse frecuentemente y mediante diferentes técnicas y herramientas, con resultados de todo tipo. Pero ¿qué es la ansiedad y estrés, cuál es la diferencia entre ellos y, mejor aún, de dónde vienen?



El estrés es el proceso de activación fisiológico ante la valoración entre una demanda externa y nuestros recursos de afrontamiento. Si ante esta valoración consideramos que no tenemos recursos suficientes, se pone en marcha el estrés para hacer frente a la demanda. La ansiedad, en cambio es la respuesta fisiológica de alarma que nos prepara para luchar o huir ante una amenaza.


Es importante, tanto en la ansiedad como en el estrés, principalmente ante una crisis, evaluar si son reales; las amenazas y/o carencias, o si estamos respondiendo “patológicamente”.


Pero, más allá de la definición de estos términos, es aún más importante encontrar porque nuestra respuesta es poco adaptativa o patológica y en qué momentos lo es. Si el estrés se da a partir de nuestra valoración entre la demanda externa y recursos internos, y me estreso con facilidad, sería importante identificar ¿Por qué siento que no tengo recursos suficientes para responder? ¿Qué hace que no los tenga? Y ¿Cómo puedo adquirir recursos? Estas preguntas, sin duda tienen que ver con nuestra autoestima, con la imagen que tenemos de nosotros mismos, con lo que nos decimos que somos y, con lo que nos dijeron (desde pequeños) que éramos, así como con la forma en que vemos nuestro entorno, la red o redes de apoyo que tenemos y nuestra capacidad para apoyarnos en ellas y/o pedir apoyo.

Ahora, si la ansiedad es nuestra respuesta de alarma, las preguntas serían ¿para qué me alarmo con esa frecuencia y facilidad? ¿De quién y en qué momento, registré que el mundo era tan amenazante que debía estar en alerta constantemente?


Al final, la ansiedad y el estrés, se dan como resultado de percibir que vivimos en un mundo hostil y que no tenemos lo suficiente para vivir en él, pero, ¿cuál es el origen de todo ello? Estas interpretaciones del mundo las formamos de pequeños, por lo tanto la forma en que nos criaron, esta forma en donde nos enseñaron a reprimir e ignorar lo que sentimos, diciéndonos que llorando no se resuelve nada, que “el que se enoja pierde”, “que l@s niñ@s bonit@s/buen@s no hacen eso” y tantas frases más que, aunque eran con la intención de “calmarnos” y muy probablemente lo hacían, lo que nos enseñaron en realidad fue a desconfiar de nosotros mismos, de lo que sentimos, y de lo que expresamos. Y así aprendimos que es mejor no sentir y que si aún sientes, es mejor no confiar en ello, que las emociones son traicioneras y que si las expresas pareces descontrolado, también que los demás no saben qué hacer con tus emociones y los “lastimas” (“mamá esta triste cuando te portas así”). Y entonces tratamos de tener el control continuo y total de todo lo que ocurre afuera, para que todo lo que ocurre dentro no explote, no “se note” mi emoción y no dañe. Y así, internamente tenemos un cumulo de emociones que son energía contenida que no puede salir y que cuando sale es una explosión sin sentido y sin control (como suelen ser las explosiones).


Por ello, una persona con ansiedad suele verse normal, pero el conflicto está dentro, está en sus pensamientos, en el número de veces que se repite, se pregunta y se contesta algo. Y ciertamente esa persona tiene la llave pero lo más seguro es que no lo sepa, y aunque lo supiera, es muy difícil abrir el candado porque dentro no solo hay una emoción, no solo hay una frase y no solo hay un conflicto, hay un cumulo de ellos, que no tienen pies ni cabeza y que, probablemente, si la persona con ansiedad se enfrenta sola a ello, se sienta tan agobiada qure prefiera volver a encerrar todo. Necesita de un vínculo de apego seguro, alguien que le acompañe, que le tome de la mano (figurativa o realmente) y le asista en el proceso, le ayude a desmenuzar todas las emociones, le apapache y le dé espacio al mismo tiempo. Todo un reto!


En días pasados fui a una plática buenísima con una psicóloga chilena, Leila Jorquera, que nos habló sobre los berrinches y el vínculo de apego con los hijos que y entre muchas cosas que nos dijo, me quedó muy claro dos puntos:

Una persona sólo crea vínculos de apego (con las personas importantes que le cuidan y guían), en los momentos de estrés. Entendiendo que el estrés puede ser positivo o negativo, es decir, es estrés generado por cualquier excitación emocional, ya sea alegría, entusiasmo, enojo, frustración, tristeza, miedo, etc. Por lo tanto, todo momento de estrés, es una oportunidad para aprender/enseñar a regular las emociones. Y sabiendo que el apego puede ser seguro, inseguro o mixto, según la respuesta de quien nos acompañó y acompaña en este proceso.


Tenemos como un botón, en donde de un lado está el estrés (y la oportunidad de crear vínculos de apego) y por el otro el modo exploratorio (la capacidad de entender, aprender y comprender el mundo). Y digo que es como un botón, de esos para encender la luz, donde si está presionado un lado, el otro esta botado y viceversa.


Por lo tanto, si estamos en modo estrés, no podemos aprender. Si estamos en modo exploratorio, no hay estrés. Y así, si quiero aprender, explorar, descubrir y divertirme, necesito tener mi estrés bajo control, reconocer mis recursos y bajar mis niveles de ansiedad; asumiendo que el mundo no es tan amenazante.


Aclaro que todo esto de la ansiedad, los berrinches, el vínculo de apego, se forma en la infancia, pero aun de adultos lo seguimos utilizando, moldeando y modificando.

Por ello, tenemos la responsabilidad (y obligación) de hacer que cada niño reformule y “edite” sus vínculos de apego para que sean vínculos de apego seguro. Asumiendo que en cada adulto habita un niño interno esperando recibir lo que no recibió. Y sabiendo que muchos adultos (con nuestros niños interiores incluidos) nos relacionamos de diferentes formas con otros niños reales y todos (niños internos y reales) esperan y desean ser guiados desde el amor y el respeto.

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