La enfermedad como un maestro
- Rocío Guillén
- 12 jun 2019
- 2 Min. de lectura

“LA ENFERMEDAD ES LA PARTE MÁS SANA DE TU PERSONALIDAD”
En días pasados leía una entrevista que le hicieron al psicoanalista jungiano Guy Corneau y me pareció muy interesante esta afirmación que hizo; “tu enfermedad es la parte más sana de tu personalidad”. El comentaba que tuvo una colitis ulcerosa que le ocasiono mucho dolor y sin embargo pudo ver su enfermedad como un maestro y así ver esta parte sana de él mismo. Y no lo decía en tono masoquista.
La afirmación me pareció fuerte, sin embargo me hizo mucho sentido. Vivimos en una sociedad que le rehúye al dolor, que toma mil cosas para cortar, eliminar, evitar o evadir cualquier sensación desagradable, sin importar demasiado el origen de tal sensación. Y esto lo vemos tanto en enfermedades, dolores, reacciones emocionales (como berrinches, que valga decir, no solo los niños los hacen), relaciones, trabajos, etc.
Y así, evitando, evadiendo el dolor nos perdemos de grandes maestros, de guías y referencias para conocernos a profundidad. Y no digo entonces que debamos enfermarnos, padecer dolores inmensos y vivir buscando el dolor. Solo creo que es importante permitirnos sentir; sentir en toda la extensión de la palabra, en todos los sentidos y con todos los sentidos. Habrá ocasiones en que esos sentires no serán placenteros, pero seguro serán liberadores y podemos entenderlos como claves o pistas para encontrar más en nosotros. Y es que a veces solo con preguntarnos de donde viene tal síntoma, puedo encontrar muchas respuestas y pistas para saber que me quiere decir mi dolor.
Un punto importante en esto, es fluir, fluir con el dolor, con el sentimiento, el conflicto, del tipo que sea; lo que se resiste persiste.
Es decir, siempre que nos oponemos a algo y lo negamos, lo que provocamos es que se instale más o simplemente siga ahí.
Esto a veces, me parece una postura muy infantil, como cuando un niño pequeño se tapa los ojos y asume que está escondido y, por tanto, que nadie lo ve. Así nos vemos cuando fingimos que un conflicto no está o que no sentimos lo que sentimos y pretendemos que solo por decir que no, ya desapareció.
En fin, a continuación te compartiré para hacer que nuestro síntoma sea un aliado y, en la medida de lo posible, desaparezca.
Reconocer que siento algo. Preguntarme donde lo siento; en que parte de mi cuerpo. Es de gran importancia ser muy sincera respecto a lo que siento en realidad.
Averiguar en mí desde cuando lo siento, que pasaba en mi vida justo en ese momento y en el pasado inmediato.
Comprender para qué sirve esa parte de mi cuerpo, si es un síntoma físico, y en lo emocional que beneficios me trae sentir lo que siento. Incluso el enojo o cualquier emoción “negativa” (lo entrecomillo porque no existen emociones negativas, lo negativo es como las vivimos y que hacemos con lo que sentimos).
Ponerle nombre a lo que siento. Un nombre que me sea referente y que pueda abarcar todo lo que siento, pienso y hacia quien. El nombre tal cual no necesita incluir todo pero si debe ser una palabra que me signifique lo anterior.
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