Mamá y tu. Relación sanadora
- Rocío Guillén
- 2 may 2019
- 3 Min. de lectura

La relación con mamá, es básicamente el primer contacto con el mundo, es de donde aprendemos, reconocemos y guardamos nuestras primeras memorias y creencias inconscientes del mundo y de nosotros. Esta relación empieza a forjarse desde el embarazo, en donde, a través de la energía de los pensamientos, emociones y acciones de mamá, vamos interpretando el mundo. Y esta conexión sigue al nacer, en la forma en que nacemos, en el cuidado y la atención que nos pone ella y, de una forma muy importante, en la manera de alimentarnos, y no hablo solo si es lactancia materna o de fórmula, lo que en sí es importante, pero lo es aún más, la forma en que mamá lo hace. Si se conectó con nosotros al hacerlo, si mientras nos alimentaba era un momento especial. El vínculo sigue y seguirá, transformándose y adaptándose, pero continuará. Y esta conexión es lo ideal, sin embargo, por su propia historia, sus carencias y creencias, a veces mamá no puede establecerla, o al menos, no de forma sana y/o amorosa. Y no es porque no nos ame, sino porque no lo recibió y no podemos dar lo que no tenemos.
Sin embargo, como adultos, llega el momento en que nos toca hacernos responsables de nuestras carencias. Reconocer y honrar lo que recibí para poder hacerlo crecer. Aquí es donde está el reto. Honrar lo que nos dieron y como nos lo dieron, es la parte complicada pero básica. Para yo poder construir algo necesito material y si todo lo que tengo considero que es basura, difícilmente podre “usarlo” para crear, sin embargo, cuando honro y agradezco lo que tengo, me doy la oportunidad de considerarlo valioso, de poder transformarlo y adaptarlo a mí, y entonces, crear. Y de mí dependerán los límites.
Honrar lo que me dio mamá, con sus carencias y limitaciones no es tarea fácil, pues comúnmente al pensar en lo que no me dio o no me gustó sale mi niña herida, esa que se pudo sentir abandonada, ignorada, dolida, traicionada, pero que por amor y lealtad, difícilmente renegó de su mamá. Por lo que entra en conflicto, por un lado, al ver a mi mamá y tratar de honrarla, veo la vulnerabilidad de mi niña herida, por otro lado, es socialmente incorrecto, injusto, egoísta y malagradecido, renegar de mi mamá que me dio lo mejor que pudo. Así pues, el reto radica en darle voz y validar lo que mi niña herida diga, darle lo que le falto para entonces poder ver a mi mama de adulto a adulto y poder honrar su herencia, sin sobrevalorarla, sin culparla, sin verme más ni menos que ella.

Simplemente es recibir y agradecer lo que obtuve, para entonces hacer uso de lo que me sirve y lo que no, desecharlo, sabiendo que en algún momento me sirvió, aunque ahora ya no.
¡Meditación de regalo!
Te invito a cerrar los ojos y pensar en mamá. Observa todo lo “bueno” y “malo” que recibiste de ella, deja que las imágenes y recuerdos lleguen, sin juzgarlos ni engancharte con ninguno, solo observa, esos recuerdos no están ahora, no te pueden lastimar, obsérvalos como si vieras una película.
Ahora toma papel y lápiz reflexiona un poco respecto a lo que has hecho con todo lo que te dio, ¿cómo lo has usado? ¿Te ha servido? ¿Cómo?
Cuando estés lista, puede decirle: mamá he recibido de ti la vida, la tomo y la respeto, hagas lo que hagas y estés donde estés, yo me quedo en la vida y hago algo muy bueno
con ello. Puede repetirlo las veces que necesites. Si los recuerdos son muy perturbadores y/o dolorosos, te recomiendo busques acompañamiento psicológico. Hay momentos en que lo más sano, valiente y sensato es pedir ayuda profesional.
Deseo que encuentres paz y armonía en tu andar
¡Compártelo si crees que alguien lo necesita!
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